El principio de incertidumbre, según Vicente Ruiz

Como la inspiración, el deseo, la creatividad -que son desplazamientos sin mensura y sin contornos regulares en sus márgenes- como ellos, la incertidumbre, es amorfa. Como un acto vivo, permanentemente abierto a la deformidad, como exacta no es, cualquier posición puntual al interior de un modelo propuesto para regularla, propone en ese afán de control, como único resultado un número de aproximación que le dé medida y nunca una precisa localización. En su interior y en su impacto externo, toda actividad cierta es un recorrido orbital de experiencias ligadas a la incerteza.

Cuando el lenguaje es instrumento de freno, impulsando desde su base un persistente desalojo sobre  las ideas de modificación. Cruelmente a veces. Al igual que durante la peste, cuando sucumben las reglas que ordenan la cultura, la verdad y la mentira se vuelven igualmente falsas y las domina una constante cancelación.

Lo inestable vive del enunciado de lo cierto y lo habita. Lo fagocita desde adentro, lo somete a una obcecada intranquilidad. Así el enunciado de lo permanente supera su rigidez y el marco que lo define y clasifica se esfuma. Se conmueve, corrige su resistencia, encontrando en ese desmayo de la forma, un modo de sobrevivencia en el núcleo mismo de su colisión, expresando la conclusión de su propia cerradura.

Es entonces que la incertidumbre se ha ofrecido a  tomar la forma de una huida. Permite para sí misma una conducta inespecífica y múltiple, como múltiple e inespecífica, con el fin de superar su aislamiento -irrenunciablemente- el arte la busca.

La representación por eso la odia. La censura, incluso en aquellas manifestaciones atávicas o propias de la pulsión social, logra confundir a la misma naturaleza.

Aceptar esa condición de incierto que al arte da prisa, busca interrogar aquella conducta de los habitantes de las costas al sur de Chile, que viendo arrasadas sus viviendas por el tsunami de 2010, reconstruyeron, en el mismo sitio donde quedaron a la intemperie durante la tragedia, sus hogares y sitios de trabajo, dejando invariable la distancia al reencuentro de la próxima ola.

* «THE POISON TREE» de Mauricio Garrido. Collage, 216 x 165 cm, 2018. Inspirado en el poema homónimo de William Blake. Realizado sobre un afiche de gran formato con la primera imagen realizada de la Tierra desde la Luna.