Montserrat Vega, educadora de párvulos: «En la educación formal y no formal hay que jugar un rol intuitivo»

Promover el bienestar para la infancia a través de la educación, la cultura y la sociedad, así como fomentar un estilo de vida colaborativo y reflexivo para contribuir a la protección del medioambiente, han sido por años los principales focos en el trabajo de la educadora de párvulos y gestora cultural Montserrat Vega. Comenzó el año 2010, fundando «El Triciclo», un Centro Cultural de la Infancia abocado a facilitar experiencias de enseñanza y aprendizaje de manera activa e innovadora a niños y niñas de 3 a 8 años.

La iniciativa fue un éxito y funcionó por varios años en una casa de Ñuñoa donde niños y niñas potenciaban su creatividad y habilidades sociales por medio de distintas actividades en torno al arte y la cultura. «Realmente resultó un espacio amoroso, donde se mezclaban distintos enfoques educativos, como por ejemplo el currículo integral y la metodología Waldorf y Montessori, meramente desde la intuición, porque fueron metodologías que conocí con mayor profundidad mucho después», cuenta la educadora.

Hoy, luego de diez años, impulsa el proyecto «Green Please For The Kids», una fundación sin fines de lucro creada por mujeres y niñas para promover el bienestar en la infancia desde la educación, las expresiones culturales y el medioambiente. Un nuevo proyecto que se articula desde la multiplicidad de saberes y el trabajo interdisciplinario para promocionar el bien común para la tierra y quienes la habitamos, y donde la intuición ha tenido un papel decisivo en el enfoque de una educación no formal.

¿Por qué y cómo surge esta necesidad de buscar nuevas formas de aprendizajes para ti como educadora?
Primero que todo me gustaría contextualizar la pregunta recordando un momento en mi vida anterior a ser educadora. A los 15 años tuve un sueño, suelo movilizarme por ellos. En mi sueño imaginaba un lugar idílico y multidisciplinario para educar a niños y niñas, donde existiera una mezcla entre cultura, expresiones artístico-culturales, generosidad recíproca con la naturaleza, amor y respeto en un espacio muy acogedor, donde se aprendiera jugando. Por otro parte, siempre tuve una conexión muy especial con la educación parvularia, porque mi madre es directora de un jardín infantil desde que yo nací prácticamente.

Luego, estudié Educación Parvularia siempre pensando en este futuro lugar de oportunidades para niños y niñas. Salí de la carrera y como toda recién egresada trabajé desde el conocimiento, habilidades y herramientas tradicionales que me facilitó la universidad. Adquirí experiencias siendo directora pedagógica y trabajando con niñas y niños por medio de la educación formal. Durante ese tiempo, siempre estuve pensando en el proyecto de un Centro Cultural para la Infancia, pero no me sentía capacitada en cuanto a desarrollar un proyecto de educación no formal por lo que estudié un Magíster en Gestión Cultural en la Universidad de Chile, lugar donde sentí el impulso definitivo y me embarqué en mi propia metodología. Fundé un Centro Cultural para la Infancia llamado «El Triciclo». El nombre y su lema también llegó a través de un sueño “El triciclo por los tres ciclos que me motivaban: educación, cultura e infancia».

A partir de este proyecto, has puesto a los niños y niñas en el centro del desarrollo de pedagogías alternativas que consideran como algo central para los aprendizajes la relación de éstos con su entorno sociocultural, familiar y medioambiental. ¿Puedes contarnos en qué consistió este primer proyecto y cómo has trabajado esta metodología, tanto en Chile como en tu experiencia en otros países?
«El Triciclo» fue una experiencia inolvidable y añorada, fue muy intuitivo, conectarme con mi niña interior y valorar las necesidades de la infancia y lo que está perdido en la educación formal. Teníamos una malla bastante diversa: yoga, danza, teatro, «entrete» historia, patrulla ecológica, bellas artes, títeres y máscaras, artesanía latinoamericana, «maravillozoo», «mueve-mueve», música, filosofía y más. En «El Triciclo» las disciplinas como el arte y la filosofía eran medios para movilizar un fin: el amor. El amor por la naturaleza, la diversidad, los demás, los adultos mayores, el entorno.

Fuera de Chile, tuve la oportunidad de trabajar en Sídney en colegios Waldorf y actividades extra-programáticas dentro de las escuelas. Allí conocí la metodología, algunas de sus potencialidades y sus pros y contras. Mis intervenciones eran desde lo artístico. De manera bastante libre, se invitaba a los niños y niñas a participar y a que luego escogieran qué actividad querían realizar y si querían o no hacerlo. Por otra parte, trabajé en el Instituto Cervantes de Sídney y de Berlín, espacio cultural para el fomento de la lengua y cultura española en el mundo. En ambas dependencias facilité y coordiné los talleres artístico-culturales. Esta vez, además de concebir al amor como la finalidad de las actividades educativas, había que darle énfasis a la lengua española, por lo que fue bastante diferente en relación a mis experiencias pasadas. Por esta razón, una vez en Berlín ya con más libertad de crear debido a que no existía el programa educativo para la infancia, fundé un modelo educativo parecido a «El Triciclo», donde desarrollamos talleres de arte, música, yoga, entre otros, para motivar a los niños y niñas a aprender español de una manera diferente, con la importancia puesta en lo sociocultural, familiar y ambiental.

Hoy estás desarrollando un nuevo proyecto, la Fundación Green Please for the Kids. En ella trabajan sólo mujeres y parte importante de la organización está conformada por niñas que participaron de «El Triciclo» hace ya varios años. ¿Cómo surge la iniciativa de hacerlas parte de la organización de esta fundación? ¿Cuál es el rol que cumplen y cuál es la importancia de que formen parte de los procesos internos de la fundación?
Así es, parte de las niñas que fueron estudiantes en «El Triciclo» conforman el equipo creativo de Green Please for the Kids. Son niñas que tienen entre 10 y 13 años en la actualidad y son geniales. La iniciativa surge desde la intuición, una idea maravillosa que desde aquel día logró que Green Please for the Kids cobrara total sentido. Es fundamental que las niñas formen parte de los procesos de trabajo de la organización, ellas han tenido una educación temprana en «El Triciclo», «hay semillas que aún siguen dando frutos».  Respecto a lo práctico, al crear con ellas podemos comprender su grupo etario, sus necesidades y anhelos. En Green Please for the Kids creemos que la escucha y la comprensión profunda de la emocionalidad y los cuestionamientos de este grupo de niñas, son una exquisita fuente de ideas atesorables.

Ellas cumplen varios roles, entre ellos: generar un espacio reflexivo sobre temas de contingencia global y local para encontrar soluciones o propuestas en equipo, promover un espacio de opinión y co-creación como niñas líderes, generar un espacio creativo como semillero de ideas en torno al bienestar subjetivo y planetario, entre otros. El trabajo ha sido muy enriquecedor, ellas comprenden mejor que  las adultas muchos cuestionamientos sobre el mundo que vivimos, tienen ideas y reflexiones geniales y se expresan muy claramente.

¿Cómo crees que cambie la educación en un mundo pospandemia? A tu juicio, ¿en qué cosas debería capacitarse un profesor para enseñar virtualmente?
Lamentablemente no creo que cambie mucho a favor, de todas maneras para mí la educación tiene que volver a la tierra, a la cultura, al arte, ya sabes… a  la intuición. No a la digitalización de las aulas.

Respecto a sobre qué temas debería capacitarse un profesor para enseñar virtualmente, mantengo la idea de la no digitalización de las aulas. Sería un error garrafal educar virtualmente versus la escuela, el lugar, el espacio educativo que lo es todo, la condición humana y el contacto con los otros, versus las pantallas y la socialización sintética. Por lo que no quiero ni imaginar en qué cosas debería capacitarse un profesor para enseñar virtualmente. Hacer un taller virtual, una clase de música, una clase de pintura u otros talleres en pandemia o en una situación normal, me parece adecuado para llegar a lugares y a personas que no podemos llegar. En el caso de estas situaciones puntuales, por una parte veo fundamental un manejo especializado de las herramientas digitales y, por otra, veo necesario estudiar el comportamiento de los educandos desde sus hogares y comprender cómo manejar las emociones, frustraciones y logros a distancia. Es un ejercicio complejo para el profesor. Se pierde el amor y la intuición, los olores y el tacto. Es muy complejo para los niños y niñas y para las y los educadores.

Desde tu punto de vista, ¿cuál es la importancia de la intuición en los procesos de aprendizajes? ¿Cómo la has incluido en tus proyectos?
La intuición es fundamental para aprender, porque desde ella proviene la creación y la imaginación. Para que en los procesos de aprendizajes utilicemos la intuición hay que ser receptivos y perceptivos, de esta manera podemos interpretar estos impulsos y llevar a cabo sus cometidos. También considero que hay que exponerse, arriesgarse y arrojarse a lo desconocido y permitirse promover lo que desde cada individuo resulta original y fundamental.

En la educación formal y no formal hay que jugar este rol intuitivo y dejar que los demás lo jueguen, tanto niñas y niños como colegas, de esta manera nos permitimos crear, imaginar y tomar decisiones en el proceso educativo. Es como el artista cuando juega su rol ante la obra de arte. Cada uno sumergido en la intuición puede detectar cuándo una obra comienza y cuando termina.

El trabajo con niños y niñas es siempre muy intuitivo, somos los adultos los que vamos perdiendo esas percepciones inconscientes como la capacidad de asombro por ejemplo. Conectarse con los educandos permite volar, tener todos los sentidos activos y resolver situaciones rápidamente, por lo tanto ningún educador debería estar desapegado a su intuición.

Respecto a mi experiencia personal, me he sumergido en mi intuición en las más grandes de mis aventuras. Como mencionaba anteriormente, todas las ideas de mis proyectos han venido desde un «no sé qué», literalmente desde los sueños que para mí es la conexión más profunda con la intuición, ese inconsciente que te permite narrar tu propia historia. Siempre que puedo abrazo mi intuición.