Entrevistas a editores de umbrales 15 BAM: Nicole L’Huillier
- En la segunda entrevista a los editores de umbrales de la 15 Bienal de Artes Mediales [2021] conversamos con Nicole L’Huillier, artista e investigadora transdisciplinar chilena, quien explora el sonido y las vibraciones en distintos soportes y acciones. Ella articuló el «Umbral 3: Museo intangible de artes audiovisuales». En la conversación, destacó la importancia de sincronías, flujos y sueños en el entorno híbrido y colaborativo de las artes mediales.
En 2021 se desplegó la décimo quinta versión de la Bienal de Artes Mediales de Santiago en base al concepto de umbral, inspirado en la significativa y compleja novela homónima del escritor, crítico de arte y pintor chileno Juan Emar (1893-1964), para explorar y provocar los paradigmas que surgen desde la transición asociada a estos dos hitos: estallido social en Chile y la pandemia. Para ello, se instauraron cinco pilares y un dintel, denominados umbrales, que correspondían a distintos enfoques curatoriales.
Nicole L’Huillier, a cargo del «Umbral 3» es artista e investigadora transdisciplinar chilena, enfocada en la exploración de las ondas, de lo vibracional en soportes y acciones diversas. Desde ese profundo interés Nicole estuvo a cargo del Museo intangible de artes audiovisuales. Se trata de un espacio digital de confluencia de artistas que han creado “obras dedicadas al entorno virtual, configurando nuevas narrativas curatoriales que potencian la diversidad cultural y dinámicas de conservación y mediación de arte multimedia” [catálogo Umbral]. En esta ocasión, conversamos con Nicole virtualmente, mientras ella se encontraba al cierre de una muestra en una galería en Nueva York, con el sonido de su voz acompañado por aves y helicópteros trazando el cielo primaveral del norte global.
En tu texto manifiestas que el umbral es como una frontera que condiciona nuestros cuerpos y que, a su vez, puede ser tan difuso como la fragmentación entre lo físico y lo digital. En perspectiva respecto de la 15 Bienal de Artes Mediales, que se enmarca en ese concepto, ¿cómo fue el proceso de curar las obras para el museo intangible de artes audiovisuales?
Es interesante hablar de esto después de tanto tiempo, porque, aunque el tiempo es también un tipo de umbral, tengo muy frescos ciertos vestigios que son, quizás, las cosas más esenciales: aquellas que quedan resonando en una memoria más afectiva que intelectual. El proceso de curar las obras no fue una búsqueda súper definida de quiénes y por qué razones participarían, sino que fueron apareciendo aquellas que mostraban una manera mezclada de ser frontera y existir en distintos mundos simultáneamente.
Hacia el final del texto de este umbral menciono la idea de modelos, medios, maquetas de posibilidades especulativas y también de realidades múltiples, en conjunción y en pugna, en diálogo, oscilación y tejido. Así es como se me fueron apareciendo obras y artistas de distintas maneras en ese momento: de forma accidental. Cada quien con su forma de presentar un modelo o un umbral en sí mismo para distintas maneras de habitar este mundo en movimiento, esta realidad confusa. Acaba de pasar un helicóptero aquí, que llegó hasta allá donde estás sobre mí. Exactamente eso es: el helicóptero respondió la pregunta mejor que yo.
¿Hay algún ejemplo de conexión con algún artista que recuerdes peculiarmente como ejemplo de esa especie de accidente grato?
Hay tantos gratos accidentes, porque de verdad que fueron muchos. Por ejemplo, cuando Patricia Domínguez comenzó la residencia Simetría estuvimos muy conectadas, porque yo había hecho la misma la vez anterior. Yo le contaba de esa experiencia, nos mandábamos mensajes, sugerencias, saludos a gente conocida. También hablamos de sueños y aunque la Patricia estaba descubriendo un universo único desde su perspectiva e inició un diario de sueños durante la residencia, de alguna manera me sentí vinculada a ella desde mi proceso curatorial.
Otro ejemplo fue con Julián Dupont, quien, justo cuando yo estaba definiendo la curatoría y hablando con los artistas, me compartió un fragmento de su tesis doctoral, editado en un formato para compartir, fuera de lo académico. De pronto leí su mail y sentí que me cayó del cielo, porque muchas de las cosas que había escrito en mi texto se reflejaban en el suyo. Como levantar una piedra y encontrar justo lo que buscas.
También pasó con la Daniela Catrileo. Estábamos terminando una colaboración sobre simultaneidades y existencias multidimensionales. Ella es una persona que vive en ese espíritu como escritora, como poeta, como filósofa, como docente, cómo ella crea mundos y cómo ella es dentro de su activismo. A ella se le ocurrió una manera de traer desde la poesía la apertura de mundos e imaginar ficciones que alteran la realidad.
Las piezas fueron calzando muy sincrónicamente. Quizás es algo usual cuando la gente trabaja en curatoría, pero esta es la primera y única curatoría que he hecho, y sentí que se fue dando mágica y fluidamente. Esos son un par de ejemplos, pero yo diría que cada una de las obras es una aparición con una apertura propia. Entonces las cosas se empiezan a activar resonancias alrededor de ti, a las que de repente les empiezas a prestar atención, porque justamente es ahí donde tu corazón está, busca y atrae en ese momento. Así aparecen las cosas.
En tu texto señalas lo siguiente:
- «quizás podemos pensar en modelos o maquetas para explorar maneras de habitar umbrales en movimiento y así no tener que fragmentarnos tanto a medida que vamos de umbral a umbral. Podemos imaginar estrategias para navegar más fluidamente la confusa realidad que se diluye entre nuestros dedos. Para eso tenemos que trabajar en nuestra propia plasticidad y aprender del agua que se convierte en nube, vivir en una constante transición de fase a fase»
¿Qué prácticas imaginas o aplicas para sobreponerse a la fragmentación y fluir por los umbrales mientras habitamos entre lo físico y lo digital?
Así como hay realidades, hay maneras de responder a esta pregunta. Quizás debiera referirme en este momento a ejemplos de lo que vemos en las obras, pero no puedo salir de mí misma y no hablar de cómo yo trato de encontrar mis propios modelos, mi propio lenguaje, mi propia forma de sobreponerme a la fragmentación. Yo lo exploro constantemente desde el sonido, desde el mundo vibracional. Se trata de sintonizarnos en el viaje, la transformación y la traducción, haciéndonos más líquidos, no en el sentido de una liquidez material, sino que me refiero a una fluidez energética más que otra cosa. Ese es el punto de origen de mis experimentos que, más que definir una respuesta, abre y abre más preguntas.
Yo creo que en la muestra muchos artistas también trabajan así desde otros lenguajes. Por ejemplo, Jenna Sutela, que mezcla y abre diálogos en torno a distintos tipos de inteligencia, especula en torno a los orígenes de la vida, de lo orgánico, del lenguaje. Ella mezcla la magia con los organismos. Siento que ella, como cada artista, abre un umbral, en su caso, sobre qué es ser alien, tanto acá como en Marte. Sus especulaciones evidencian cómo se van diluyendo los muros entre lo digital, la máquina, lo artificial, los lenguajes.
Otro caso es Adam Horowitz, que tiene una colaboración con otros artistas y que estudia los sueños desde la neurociencia. La conversación con él se daba en torno a que siempre se ha hablado sobre el mundo de los sueños como algo aparte, cuando en realidad se trata desde este mismo, porque es indisociable del mundo del estar despierto y consciente. Así, ambos mundos se condicionan entre sí en un continuo diálogo, se nutren, ordenan, organizan y desorganizan. Comúnmente se habla de estas dos dimensiones como si estudiaran fragmentadas por un muro, pero solo se trata de una ficción inexistente que nos inventamos para poder entender un poco mejor.
Finalmente, todos nuestros límites y categorías son ficciones, que como seres humanos, con una tradición moderna hemos seguido como modelo para entender el mundo, como si fuera uno solo. Esta muestra es hacer vibrar esos muros, remecerlos, y que en vez de que sean líneas rectas, sean líneas ondulantes que permitan cruces entre unos y otros, que abran espacios.
Pienso mucho en las corrientes marinas, oceánicas, las que facilitan las migraciones de las criaturas o el cableado oceánico que sostiene Internet. Lo mismo pasa con el agua: no están esos límites, sino que son flujos dispuestos para quien necesite transitar, o para quien se vea obligado a transitar también.
Exacto, sobre todo con la idea de la nube. La nube es una granja de servidores. ¿Qué clase de nube es esa? La más física y concreta del universo, un derroche de energía que atraviesa el océano. Ese es el poder de los conceptos, que logran transformar lo que una cosa realmente es y nos hacen creer que es otra cosa.
¿Cómo caracterizarías las posibilidades que otorgan las artes mediales a trabajar en nuestra plasticidad, ya sea como artista o como quien explora las obras como visitante?
Yo creo que una de las cosas interesantes que veo es que las artes mediales son una categoría que amplifica, en la que personalmente me he encontrado. Me cuesta mucho referirme a todo esto sin apartar mi perspectiva personal, pero veo en ese mundo un diálogo, una búsqueda, una experimentación inter, trans, incluso, anti disciplinar. En él emergen oportunidades de acercarse al manejo de otros lenguajes, como el lenguaje algorítmico, no necesariamente computacional, sino de manejo de distintos tipos de códigos para configurar otras cosas.
Yo vengo desde la arquitectura y desde la música y me he metido mucho en electrónica, en temas de tecnología, en crear mis propios dispositivos, sensores, algoritmos también, y me permití salir de una definición ¿Quién inventó que había que definirse para siempre? Nos ponemos muchos yugos, cuando en verdad existe un diálogo más amplio, en el caso de las artes mediales, abierto a prácticas de mezcla —inter y trans en sí misma— que mezclan lenguajes, muy abiertas al error, a la precariedad de los contextos, en que uno hace con lo que tiene y cómo lo mezcla. El espacio de las artes mediales propician y agencian esas cosas.
Como yo veo las obras de muchos colegas artistas mediales, son obras que no son tan importantes como objetos en sí mismos, sino que tienden más a ser más sistemas o que abren un diálogo más sistémico. Esas obras en general tienen más que ver, no con el hecho de ser una obra, sino qué cosas podrían activar, gatillar, agenciar, más allá de qué es el objeto en sí mismo. Me cuesta mucho ver a las obras de arte mediales como un objeto cerrado, por ejemplo, como algo contenido en sí mismo.
Siento, además, que el mundo de las artes mediales tiende a ser más colaborativo, porque están todos inventando de nuevo lenguajes, cruces, mezclas. Yo he aprendido mucho de mis colegas, por ejemplo, en talleres, he aprendido mucho haciendo, echando a perder. Con otras personas siento que también se da mucho más esa comunidad de ser en conjunto, más allá de cómo cada quien lo haría aislado en su taller. He tenido la suerte de que así lo he vivido yo y así veo a la comunidad en general. Creo que como audiencia te invita más a conectar desde distintas aristas.
Quizás, como se trata de espacios más híbridos, la gente puede sensibilizarse desde donde más resuene. Así es como su universo se va ampliando solo.
Exacto. Hay distintos diálogos que pueden surgir.
En base a la idea de la nube tanto en su expresión atmosférica como digital, nómada en el aire, cableada en el océano, ¿cómo actualizas esta reflexión respecto del contexto biosocial en que se desplegó? ¿Cuál es tu relación actual con lo intangible?
Ha pasado tiempo y han cambiado las cosas. Siento un poco de nostalgia pensarlo y recordar desde el momento en que se hizo esta muestra: en plena promesa de la nueva Constitución. Muchos estábamos en un momento de permitirnos soñar y, de hecho, de ahí surge el nombre del Concilio de los sueños. De ahí también parte la curatoría: invitar a estos artistas que ofrecen distintas perspectivas, que muestran modelos y posibilidades para sensibilizarnos en ese momento tan fundamental y tan importante a nivel social.
Ahora estamos en un momento súper distinto. No sé si hoy día estamos en un momento un poco menos soñador, pero ¿en qué estamos entonces? Creo que es un momento de memoria, de nostalgia.
Quizás, si se pudiera hacer una analogía, es como ese momento en que uno está tratando de quedarse dormido y siente que se cae.
Sí, ese vértigo en la cama, en que el destino es la cama.
Y ahí pasan dos cosas: o te entregas a ese continuo o vuelves, te despiertas hacia una lucidez que te asusta.
Creo que va por ahí, repensar qué es la lucidez y por qué estamos en un momento tan de vertiginoso. No quiero sonar extremadamente optimista, pero quizá es acordarse que justamente es en estos momentos en que no hay que dejar de soñar, sino que quizá es cuando más uno tiene que soñar y activar un fueguito. No ese sueño letárgico que te confunde. Pero sí ese que te apasiona y que te da energía al día siguiente. Creo que ese es el tipo de sueño que debiésemos estar buscando hoy en día. ¿Y si dejamos de soñar ahora qué vamos a buscar más adelante? Hay que seguir.