Entrevista a Gabriela Golder: “El video ya no necesita tanto pensar su identidad, el video es”

  • La artista visual argentina, codirectora de la Bienal de la Imagen en Movimiento, es una de las y los cuatro jurados invitados del 15 Concurso Internacional Juan Downey. En esta entrevista, nos cuenta su experiencia como directora de bienal, cómo proyectan su siguiente versión y nos interpela respecto al uso de etiquetas o  categorías en el mundo del video.

Vive y trabaja en Buenos Aires. Es artista visual, profesora en la Universidad Nacional Tres de Febrero, curadora del ciclo de video y cine experimental del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, y codirectora de la Bienal de la Imagen en Movimiento (BIM) desde 2012. Con esta sólida trayectoria y experiencia en el video, invitamos a Gabriela Golder a formar parte del jurado del 15 Concurso Internacional Juan Downey, que cierra su convocatoria el próximo miércoles 30 de junio. 

A través de Zoom, nos reunimos para conocer más sobre su apreciación sobre el escenario actual que vive el video en el continente y cómo lleva la dirección de la bienal al otro lado de la cordillera. Con voz alegre, Golder repasa vívidamente los cinco años de la BIM y reflexiona en torno al concepto de videoensayo. Habla, se detiene en seco, hace una pausa breve, enuncia alguna pregunta en voz alta, vuelve un paso atrás, encuentra lo que buscaba y retoma su respuesta con confianza. De una pregunta nacen muchas otras y esta entrevista da pruebas de ello. 

Este miércoles 30 de junio, Gabriela Golder también participará de la quinta versión del ciclo ¿Qué es una bienal?, donde dialogará con la directora artística de la Bienal de Arte Contemporáneo Sesc_Videobrasil, Solange Farkas, quien también es una de las juradas del certamen Juan Downey. Este encuentro se realizará a las 17.00 horas en Chile (18.00 horas de Argentina y Brasil) a través de la cuenta de Youtube de la Corporación Chilena de Video.

La Bienal de Imagen y Movimiento celebró su primera edición el año 2012, cuéntanos un poco de su historia, los motivos e inquietudes que llevaron a su creación, y por qué se realizó ese año particularmente. 
La bienal la creamos en 2012 con Andrés Denegri, con quien seguimos siendo directores. Veníamos hace bastante tiempo trabajando juntos, como desde el año 2005. Creamos el Centro de Investigación y Desarrollo Continente dentro de la Universidad Nacional Tres de Febrero (UNTREF), que es un centro para las artes audiovisuales. Fundamentalmente, (en BIM) queríamos crear un espacio de encuentro para pensar la imagen en movimiento, un lugar de intercambio entre amigos y amigas, un espacio de creación colectiva, de ideas, intercambio de proyectos. Nace de crear un espacio en la Argentina, porque teníamos la posibilidad, ya que ambos somos profesores en la UNTREF y se nos dio ese espacio, este pequeño lugar de encuentro. 

Teníamos y seguimos teniendo, a nuestra gran madre-padre, que es Videobrasil. Videobrasil creció un montón y se acercó más al arte contemporáneo; nosotres nos sentimos como un pequeño satélite, nos concentramos solamente en la pantalla. (BIM) Nace de un gran deseo, de crear un lugar donde quisiéramos estar. 

En este momento, ¿sigue siendo eso: el lugar donde quieren estar?
Sí, con todas las dificultades que vamos atravesando, que tienen que ver con todo el continente, situaciones políticas-económicas, y lo seguimos resistiendo. Lo sentimos como un espacio de resistencia, ¡por todo! 

La bienal fue creciendo bastante, luego la volvimos a reducir porque no queríamos crecer tanto. En el año 2016 tuvimos la posibilidad de expandirla y hacerla más grande, pero nos dimos cuenta que no queríamos expandirla en el sentido mainstream. Queríamos cultivar ese espacio de resistencia y no queríamos sumarnos a la lógica del mercado de arte contemporáneo, repetir figuras que tenían que ver con lugares hegemónicos; sino que queríamos encontrar una identidad. Entonces, en el 2018, bajamos muchos escalones y fue una bienal que se llamó Qué hacer a pesar de todo, que tenía que ver con el manifiesto que escribió Godard (Que faire?, 1970) y la idea de seguir resistiendo. Se tornó una bienal mucho más clara. Nace muy pequeña el 2012, crece, se detiene a pensar, retrocede y busca lo específico.

¿Por qué tomaron esa decisión? Cualquiera pensaría que al tener la oportunidad de crecer y expandirse, se tomaría. 
Creo que tiene que ver con que Andrés y yo somos fundamentalmente artistas y, en verdad, lo que queremos es hacer un lugar donde verdaderamente queramos estar y con quienes conversar. Nuestra bienal tiene mucho de sociabilidad, tomar cerveza juntes y charlar. No es una bienal de figuras. Cuando nos dimos cuenta que empezamos a invitar a grandes figuras que no les interesaba estar, que pensaban que no era necesario venir o nos plantaban de último momento, ahí nos dimos cuenta. Hicimos una especie de manifiesto donde indicamos todo esto y dijimos que no queremos una bienal de estrellas. Simplemente queremos un lugar donde les guste estar, y eso no estaba pasando. Así que en 2018 bajamos y concentramos. Luego vino el 2020 que nos agarró en pandemia. 

En estos cinco años en que han realizado la bienal, ¿hay alguna línea o mapa que conecte las curatorías de cada edición? ¿Cómo han ido trazando su camino? 
Cuando nace la bienal es muy pequeña. Invitamos amiges artistas con quienes habíamos tenido historia o caminos recorridos juntes. Fue como invitar a amiges que tenían relación con la imagen en movimiento a una fiesta, no tenía temática. Luego, cada año, la bienal tuvo una muestra central que es la que define la “temática”. Pero el Premio Griffa no tiene ninguna temática, tampoco los programas invitados. La muestra central es la única que tiene una temática bien potente, lo que marca la línea o el statement de la bienal. 

Eso fue hasta el 2018, año en que todo giró en relación a Qué hacer a pesar de todo. A partir de ese momento, la bienal no es que tenga un tema central, pero sí un perfil. Porque el Qué hacer a pesar de todo no es un tema, es una perspectiva de resistencia. Entonces, en el 2018 sentimos la necesidad de que todo lo que incluyéramos tuviera esa pregunta: el qué hacer a pesar de todo. 

Otra cosa que veníamos pensando desde 2016, y que en 2018 apareció fuerte, es la perspectiva de género. En la bienal estábamos muy atentes a eso. Tomamos una gran conciencia de esa necesidad. Después llegó 2020 y nos cambió absolutamente todo. Qué hacer a pesar de todo podría ser nuestro leitmotiv de aquí hasta que nos muramos. Al menos aquí siempre es así, qué hacer a pesar de todo, lo que recorramos como artistas, como profesora, como argentina, sudamericana. Es un gran motor. 

¿Cómo la existencia de otras bienales internacionales les ha servido de referencia? Incluso para tomar la decisión de ser más pequeños. 
Creo que fuimos bastante anarquistas. A la bienal la creamos con consciencia y con inconsciencia, no con el deseo de hacer una bienal. Queríamos hacer algo, pero pese a ser un festival -por más que una parte sea así- no queríamos mostrar los videos en un auditorio uno tras otro. Como somos un equipo pequeño, teníamos que hacerla más espaciada. Es bienal por el hecho de ser cada dos años, pero no con el deseo de configurarse como bienal. Aunque sí, somos otra bienal, asumimos eso.

Ahora va a tener su sexta edición. Creo que haber pasado la experiencia Videobrasil nos hizo visualizar que era posible crear espacios de encuentro. No, no que era posible, si no que estaba buenísimo hacerlo. Diría que para todes en el continente, Videobrasil fue nuestro lugar de encuentro, descubrimiento, diálogo, intercambios, cenas, mundo, descubrir que otres en otras latitudes estaban haciendo cosas que podían dialogar con las nuestras. Medio que no nos comparamos con otras bienales, pero podríamos cotejarnos. 

¿Y viéndolo por el lado de la referencia o una luz que guía?
Siempre decimos que somos una bienal con espíritu de festival, porque la bienal dura más o menos un mes y medio, y tiene 10 días en que es como festival. Con actividades todo el tiempo, donde salimos, comemos, intercambiamos, la gente se conoce; eso no tienen mucho las bienales en general. Sino que tienen una inauguración, va gente y público, pero lo nuestro es un poco más de nicho. Tanto Andrés como yo participamos en muchos festivales, creo que nuestras referencias son más los festivales que las bienales. Nos gusta que los artistas estén acá, que vengan; salvo raras excepciones no se han mostrado obras de artistas que no estuvieran acá. Diría eso, nuestras referencias son más festivales que bienales. 

En algún momento durante la organización de su quinta edición en 2020, debieron tomar la decisión de realizarla solo de manera virtual. 
En marzo nos preguntamos qué hacer (para cada bienal tenemos año y medio de preproducción más o menos). Teníamos un tema, que tenía que ver con modos de habitar, teníamos contactados artistas y era seguro que no queríamos hacer una bienal virtual. Finalmente, lo que hicimos en verdad no es una bienal virtual, sino que un proyecto online para la bienal. No queríamos hacer la proyección de un video tras otro, no íbamos a compartir links ni nada de eso porque nosotres no hacemos la bienal solo para mostrar trabajos así y verlos en condiciones que no nos interesan. Porque tampoco lo hacemos nosotres, a mi me cuesta un montón seguir festivales durante la pandemia, con un link, todo eso no lo hago o lo hago poco. Además, no tiene que ver con el espíritu de la bienal. 

Se nos ocurrió el proyecto Mirarnos a los ojos (volver a), que añora la posibilidad de mirarnos a los ojos, y tiene que ver con la posibilidad de volver a encontrarnos. Decidimos crear este gran proyecto en redes que lo trabajamos mucho, le pusimos el cuerpo, es una gran curatoría, donde invitamos a artistas a que nos envíen videos. Tampoco tenían que ser videos que uno mandaría a un festival o una bienal, si no que podían ser simplemente reflexiones, podía ser una carta. Podía ser un rayito de luz que atraviesa la ventana, puede ser lo que sea posible. Así empezamos a invitar artistas que habían participado en otras ediciones y otres artistas que se querían sumar, fue creciendo como pulpo porque alguien se enteraba y quería sumarse. 

Hicimos esta curatoría que era una gran plantilla que relacionaba toda la materia audiovisual que teníamos. Realmente hay una programación bien compleja detrás del proyecto. Fue una curatoría de programación; de cómo se relacionan los videos. En el sitio hay cuatro direcciones a donde mirar, une entra y puede seguir la dirección que quiera. Cada video tiene varios tags que se relacionan y se encuentran. 

Ahora mismo estamos en una situación similar, de replantearnos. 
Es un gran desafío, no copiar o traducir literalmente. Si el 2022 nos tocara así de nuevo, tendríamos que volver a pensar, porque no vamos a hacer otra versión de Mirarnos a los ojos, haremos otra cosa. También hay festivales o espacios que crearon salas virtuales. A nosotres nos gustó más irnos por el terreno de lo sensible, meterte en un lugar y encontrar diálogos, voluntarios o involuntarios, entre artistas de diferentes partes del mundo. Aparte, también es algo que nos permitió mucha horizontalidad. 

La experiencia virtual del 2020, ¿les habla de nuevas posibilidades para realizar la bienal utilizando ambos espacios? ¿O prefieres lo presencial?
No, preferimos 100% lo presencial. Pero yo creo que 2022 va a ser mixta. Yo quiero volver a encontrarme con la gente, quiero encontrarme con los realizadores, pero posiblemente 2022 no va a ser así. Vamos a estar mitad-mitad. Quizás nos podamos encontrar más regionalmente. También hay gente que va a tener más miedo, incertidumbre, no sabemos nada. Estamos empezando a pensar en BIM 2022 y todavía estamos muy tímides, porque no sabemos cómo va a ser. 

Justo te iba a preguntar, ¿cómo se imaginan o proyectan BIM 2022?
Vamos a tomar la idea de cómo vivir, que ahora se hace fundamental. Pero es difícil, porque no podemos hablar de la post pandemia. Así que la estamos pensando muy cautelosamente. Pienso que va a ser algo sólido pero pequeño. 

Para mí, después de casi un año y medio de esta situación, hay cosas que uno se pregunta y que empiezan a parecer innecesarias. Y en todos los ámbitos: personales, domésticos, profesionales. Hay cosas que uno pensaba que eran importantes y que ahora decís, la verdad es que no. Entonces, creo que también estamos cambiando nuestro modo de percibir y hacer. Eso va a tocar la bienal de 2022. 

En el sitio de la BIM dice textualmente que “celebran el video y cine experimental”, pero entre los trabajos de los artistas que han participado del concurso, ¿han visto narrativas interactivas o realidad virtual? 
No. Estamos medios cerrades, sólo recibimos propuestas de video y cine experimental, no recibimos propuestas interactivas ni VR. Estoy pensando en lo que dicen las bases; no dice que no se puede, pero no nos han llegado. Tampoco lo investigamos, somos vieja escuela todavía. 

Este 2021 el Concurso Internacional Juan Downey cumple 15 años, ¿cómo recibes el haber sido invitada como jurada? 
Me parece que es un total honor ser parte de este jurado. A les integrantes del jurado, les admiro profundamente. A todes les conocí en Videobrasil, San Pablo, y son personas con las que vengo dialogando un montón. Son referentes culturales super importantes del continente y a mi me parece genial que Enrique Rivera (director de la Bienal de Artes Mediales de Santiago) lo haya pensado así. Sobre todo esta idea de “tenemos que unirnos, pensar cosas juntes”, me parece fundamental. Realmente buenísimo que pensemos en actividades, que creemos juntes. Me encanta este jurado. Es muy clave que Enrique haya pensado en unirnos y darnos la mano, digamos.  

¿Cuál crees que es el aporte y el valor que representa su ejecución bianual? 
Lo que tienen los concursos es que ponen en diálogo obras que de otro modo no lo estarían. Vos haces una llamada abierta y llegan trabajos de cualquier lugar de acuerdo a las bases (en nuestro caso es latinoamericano, en el de ustedes internacional). Como sea, abres la posibilidad de que las obras se pongan en diálogo y a encontrar preocupaciones similares entre personas que habitan en lugares bien distantes del planeta. Entender que no estamos soles, que hay otres en otres lugares del mundo que están preocupades o afectades por las mismas cosas; nos sentimos menos solas y solos. 

Dos categorías del concurso son de convocatoria internacional, ¿es posible hablar y evidenciar distintas corrientes en el campo del videoarte? ¿Como países y exponentes vecinos, las temáticas y/o técnicas convergen en puntos similares o existen diferencias notorias? 
La presencia o predominancia del video en los diferentes países del continente es bien diferente. Eso tiene que ver con la historia y la aparición del lenguaje del video. Tiene que ver con los festivales francolatinos, luego iberoamericanos, sobre los talleres que se dieron en determinado momento en ciertos países que hizo que se desarrollara más un lenguaje. Con las presencias internacionales que ayudaron a que hubiese apertura, lecturas, publicaciones. Entonces, no en todos los países de América Latina se desarrolla tanto el video. Podría decir que más en Chile, Argentina, Brasil y Colombia, sobre todo. 

Respecto a tendencias, creo que va cambiando con los años, pero, sin duda, la reflexión sobre la memoria y la identidad es algo que atraviesa todas las obras de les realizadores en gran parte del continente. También, la memoria en relación a dictaduras, a opresiones, represiones. En diferentes momentos, les realizadores de cada país asumen la necesidad de usar el video para pensar.

En el último tiempo, diría que la cuestión de género está muy fuerte. La identidad en relación con el género. En Brasil está el pensar la cuestión de género, pensar el patriarcado, el racismo. Justamente ahora soy jurada de un festival en Brasil y pensaba cuánto trabajo hay en relación al género y con la asunción de la negritud, de la identidad negra, que antes no veía. No podría decir qué años, pero hay una exploción del decir, de reivindicar identidades. 

El video es para pensarse. La cámara de video es muy cercana al cuerpo, la cámara de video sirve para descubrir, para filmar identidades; como el espejo, pero también como parte del cuerpo. Muy para pensar la identidad propia y de les otres. También la identidad de ciertas generaciones en relación a generaciones anteriores. 

También la revisión del pasado, no solo de la memoria, la resignificación de los archivos (fundamental, el trabajo con archivos). La precariedad es algo que aparece, la vida precaria, el trabajo precario. 

¿Cuál es el festival en que estás de jurada? 
Asimetría, un festival de la Universidad Santa María. Estaba sorprendida de ver tantos trabajos que reflexionaban sobre género. Mucha enunciación potente sobre esto. Hace años, cuando íbamos a festivales en Brasil, había sobre todo participantes blancos/blancas y de repente eso fue cambiando. 

Estamos en el año 2021 y hace no tanto empieza a aparecer tanta voz silenciada. Por eso digo que fue una explosión, aparecen con mucha potencia, necesidad y deseo. En tanto con cuestiones de género con temas raciales. Así empezamos a ver otras cosas y nos retroalimentamos. 

Nosotres nos educamos visual o audiovisualmente solo con referencias europeas, fundamentalmente de hombres blancos. Luego, como eso es lo que aprendemos, lo que hagamos va a tener que ver con ciertas poéticas y estéticas europeas. Yo me eduque así, con mucho trabajo francés. Luego, cuando te abres y escuchas otras voces, eso se replica en lo que sigue. Si les jóvenes artistas y estudiantes empiezan a ver otras caras, voces y deseos, eso abre a preguntarse nuevas cosas. Yo tengo formación en cine y ¿cuántas películas de mujeres vi? Casi nada. Eso va cambiando y es un efecto que crece exponencialmente, porque van apareciendo cada vez más cosas y los diálogos son más profundos, más potentes y más ricos. 

A mi, como artista y jurada, hay lenguajes que ya me agotan. Llegaron tantos trabajos que sabemos que son artistas que estudiaron en el mismo lugar y descubro una factura que parece repetida. Cuando descubro que un trabajo tiene fórmulas para ser, estar y/o pertenecer, prefiero ir a buscar otra cosa. Me da mucho placer encontrar voces potentes que no siguen la norma del deber ser en el audiovisual. Que no sigan lo hegemónico.

Este año se abrió la categoría Videoensayos del territorio, solo para creadores chilenos. ¿Qué opinas de esta nueva categoría? ¿Qué video ensayos se te vienen a la cabeza?
A mi la categoría de “videoensayo” me problematiza bastante, porque soy la anti categoría, no ocupo el término videoarte tampoco. Ayer me puse buscar y googleé, pero ¿qué video no es videoensayo?, pensaba. Me pregunto ¿por qué no todo video es un ensayo? 

Para mi, un video es la imagen que piensa, la forma en que piensa. Todo video es un pensamiento, entonces ¿qué no sería un videoensayo? Un videoensayo es eso porque tiene una voz en off, habla en primera persona de algo. Historias del cine, de Godard, es un videoensayo. Pero, los otros videos que no tienen una voz y que sí enuncian (porque son imágenes que piensan), ¿por qué no son videoensayos? Todos hacemos videos, todes quienes tenemos teléfonos; mis hijos, vecinos, alumnes. Si todes hacen videos, ¿qué es lo que hacemos los que hacemos videos? ¿Qué hacemos diferente? 

Si hay una categoría de videoensayo, sé a lo que se refiere, pero no puedo delinear esa especificidad. Sin duda, entiendo la convocatoria; sería Chris Marker (de Francia), Harun Farocki (de Alemania), Tiziana Panizza (de Chile). El documental (o digámosle documental de creación), también es subjetivo, plantea puntos de vista… ¿Qué documental entonces no es un ensayo? Asume una enunciación de primera persona, un yo veo que construye mirada. 

En la historia del videoensayo pienso en David Larcher (de Reino Unido), Gianni Totti (de Italia), inmediatamente. Si hacemos una convocatoria de videoensayo me imagino lo que van a enviar, pero me pregunto si lo que no enviaron aquí y sí a otras categorías, podría ser videoensayo también. ¿Se entiende?

Y sobre la convocatoria a esta nueva categoría, ¿qué piensas?
Me parece que está buenísimo convocar a hacer ensayos sobre el territorio, por más que discuta la idea de videoensayo. Es como esforzar un poco la cosa para que salga. Para que algunes artistas se sientan interpelados por eso y se animen a decir y a hacer una conexión con eso. Me parece que eso funciona bien, ayuda y estimula el pensamiento sobre un territorio que a veces se deja de lado. Es fundamental pensar en nuestros territorios y vernos, para dentro, en nuestro sitio, nuestro contexto, eso ayuda a que algunes artistas piensen su lugar, que sea un estímulo para pensar su territorio. 

A propósito de lo que decías anteriormente, ¿cuándo dejaste de usar el concepto de videoarte y por qué? Mira, como en los 90, estudiamos que el video era diferente al cine. Y el video tenía la necesidad de encontrar su identidad en nuestro continente. Nos decían que el video es así y así; videocarta, videoensayo, video performance, video danza, video bla. Pero era una necesidad en relación a que cuando un lenguaje es pequeño, afirma decir soy esto, esto y esto (todas las características). Pero el video ya está super afianzado, es uno de los lenguajes predominantes, sobre todo dentro del arte contemporáneo. El video ya no necesita tanto pensar su identidad, el video es.