Patricia Dominguez, artista: “La pandemia ha traído nuevas preguntas en relación a las conexiones entre arte, tecnología y sociedad”
- La artista chilena, quien ha enfocado su investigación artística en las relaciones multiespecie en el contexto del siglo XXI, es una de las seleccionadas para participar en la segunda edición de Simetría, un programa internacional de residencias que propone el intercambio interdisciplinario entre científicos y artistas de Chile y Suiza. En esta entrevista, la también directora de Studio Vegetalista ahonda en los conceptos que continuamente surgen en sus obras, reflexiona en torno al rol del arte en un mundo post pandémico y nos cuenta sobre su participación en Simetría.
por Camila Hidalgo y Javiera Guajardo
Del arte a lo vegetal, de lo vegetal a la ciencia, del cosmos a la consciencia colectiva, luego a los conocimientos ancestrales, para después pasar a la etnobotánica, incluso a la tecnología, lo digital y al espíritu. Es muy posible que esta sucesión no haya sido lineal como aquí se plantea, sino más bien como una enredadera que se expande multi direccionalmente. Así pareciera ser que se mueven los intereses intelectuales y personales de la artista nacional Patricia Domínguez. Varios saberes que le resuenen, independientes del área, persona o lugar de donde provengan, son incorporados para luego ser traducidos a su lenguaje y volcados en alguna de sus obras.
Domínguez estudió en la Universidad Católica de Chile, un Magíster en Studio Art por el Hunter College en Nueva York y también se certificó en ilustración botánica y ciencias naturales por el New York Botanical Garden. Hace ocho años, cuando volvió a Chile tras estudiar en Estados Unidos, creó la plataforma Studio Vegetalista para la producción de conocimientos e investigación etnobotánica, a través de la práctica interdisciplinaria que combina arte, etnobotánica y cosmologías curativas.
El año pasado, la creadora fue seleccionada para participar en la segunda edición de la residencia Simetría. Este programa, que también contará con la participación de la artista Chloé Delarue (Suiza), busca potenciar el intercambio interdisciplinario entre artistas y científicos de Chile y Suiza, combinando la estadía de dos artistas en tres de los centros de investigación científica más importantes del mundo; el CERN en Ginebra (Suiza), y dos observatorios astronómicos en Chile, ALMA (Atacama Large Millimeter/submillimeter Array) en las alturas de San Pedro de Atacama y el Observatorio Paranal, donde se ubica el Very Large Telescope (VLT).
Simetría es una iniciativa organizada por la Corporación Chilena de Video y Artes Electrónicas junto a Arts at CERN de Suiza, que cuenta con el apoyo de de ALMA, ESO, Pro Helvetia, la Secretaría Ejecutiva de Artes de la Visualidad del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, y la representación en Chile de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO).
La habitabilidad interespecie de la tierra más el bienestar integral común son partes fundamentales de tu trabajo. Desde ahí se pueden identificar áreas temáticas como la botánica, la tecnología y disciplinas dedicadas a estudiar lo humano, entre muchas otras. En este sentido y en relación a tus creaciones más primigenias, ¿esta articulación surge de manera intencionada y a propósito de ciertos objetivos o se da de forma natural en tanto intereses y gustos?
Me cuesta hacer separaciones entre disciplinas, entre qué es tecnología y qué no. Mi forma de pensar es desde una sensibilidad botánica y de prácticas de curación que han sido invisibilizadas, guardadas, protegidas y que se van expresando a través de las herramientas que tenemos ahora, como la tecnología. Es más como una forma de accionar desde el siglo XXI, mezclado con un interés de representar el mundo vegetal desde un punto de vista contemporáneo, ya que me interesa mucho actualizar las relaciones tenemos entre el mundo vegetal y digital, es decir, cómo representar lo vegetal desde un punto de vista crítico -decolonial- pudiendo incluir lo digital desde esos mismos puntos de vista.
Apelando también a cómo podemos cambiar de miradas científicas a unas que tienen que ver más con el territorio, con este proceso de re-pensarse y de re-narrarse. Pensar en cómo podemos abrir una memoria vegetal y activar nuestras tecnologías orgánicas. Por un lado, tenemos las tecnologías humanas, como la telepatía por ejemplo, y por otro las tecnologías como el celular han pasado a ser una extensión de nuestros cuerpos, entonces desde esa posición mi trabajo piensa en el mundo de lo viviente. Desde ahí accedo a este interés específico entre lo botánico, lo etnobotánico y las prácticas de curación con plantas.
Lo que sí intento hacer intencionalmente, es hackear a ese mundo capitalista; usar sus herramientas para otras cosas, en un gesto de recodificación. El trabajo que estoy haciendo es reorganizar el sistema, trabajar desde adentro proponiendo un reordenamiento ritual, místico, sagrado en relación a lo vivo, a lo común. Invertir las prioridades. Repensarlo para poder hacer ahí un pequeño hackeo a estos ordenamientos que son tan homogéneos. De alguna manera, esos usos que intento hacer son de apropiación de sus formas y códigos, dándole una vuelta a través de la ficción o de otras prioridades que no son las del sistema o de los usos homogéneos. El terreno digital es en su base blanco y patriarcal, entonces ¿dónde queda representado lo heterogéneo? ¿Cuánto espacio tiene de representación lo no normado y todas estas prácticas que tienen que ver con curaciones o con otras visiones de mundo? Traerlas adelante e intentar darles un espacio, ya sea en el mundo digital o en la exposición o en cualquier lugar que uno tenga para hablar. Al final esta tecnología digital no es neutra, pero uno tiene la posibilidad de utilizarla de maneras alternativas.
Mi trabajo es un gran estómago donde meter lo que me va pasando a nivel multidimensional, personal y planetario. Un estómago que digiere y saca en el proceso los proyectos de arte. Es mi propia tecnología que he encontrado para lidiar con las preguntas que tengo..
Hace ya 10 años que creaste Studio Vegetalista, una plataforma de estudio e investigación que combina arte, etnobotánica y cosmologías curativas. ¿Cómo surgió tu interés por el cruce de estas disciplinas? ¿Qué importancia le das a lo científico en tu obra?
El año 2010 me fui a Nueva York a estudiar un certificado en ilustración botánica y científica en el Jardín Botánico de esa ciudad y después trabajé en el Museo de Historia Natural en el departamento de paleontología, paralelamente hice un máster en Artes Visuales. En ese entonces estaba súper alucinada con aprender este lenguaje científico, todo este linaje de investigaciones, clasificación, los grandes exploradores. Pero me topé con un límite intelectual muy fuerte. Después de dos años mirando la planta por fuera sentí que había una limitación de la ciencia que necesitaba ampliar. No puede ser que nuestro entendimiento sobre una planta sea solo contarle las hojas, los pétalos y los sépalos, tiene que haber algo más. Otras formas de entender. Empecé una búsqueda personal entre ciencia y consciencia; me metí a trabajar con plantas medicinales y sagradas para intentar abrir mi percepción en este lenguaje no humano, no verbal, que es súper complejo y tiene que ver no solamente con la planta misma, sino con cómo facilita, en alianza a los humanos, estos conocimientos interiores, atemporales y cuánticos.
De esos años de estudio en Nueva York pasé a estudios de sanación con plantas y a estudiar conexiones energéticas con otros seres vivos. Ahí empezó esta necesidad multi interdisciplinar donde combinar el arte, la experimentación, la ciencia, y las cosmologías curativas ancestrales, espirituales, futuristas. Necesitaba algo que lo juntara de nueva forma y desde ahí comenzar a ver qué tipo de cosas podían salir.
Después de seis años viviendo en Nueva York volví a Chile y creé Studio Vegetalista como una plataforma experimental. Partió como escuela independiente de ilustración botánica y fue súper sorpresivo porque al final hicimos comunidad. En estos últimos ocho años han pasado más de 400 alumnos y alumnas por las clases y ha sido una manera hermosa de conocer personas interesadas en el mundo vegetal y también hacer conciencia de conocimiento. Han llegado sanadoras con plantas medicinales, parteras tradicionales, biólogas, audiovisualistas, doctoras, doctores, agrónomas, videntes, artistas, antropólogas, personas que trabajan con terapias con caballos, por nombrar algunos quehaceres. Ha sido una manera de experimentar este cruce propuesto, que me sigue haciendo sentido para intentar entender un poco más el mundo viviente, porque la ciencia sola, en este caso la botánica, se queda corta. Sobre todo en relación a la aproximación al mundo vegetal. No puede ser que la planta sea solo para dibujarla. Toda esta botánica no económica, más espiritual, que se ha usado en todos los países desde hace años, fue lo que encontré al final como conexión personal real y honesta con una planta.
Sobre lo anterior, la palabra “cosmos” surge como un concepto alusivo a tu obra en más de una descripción. ¿Cómo asocias tú el concepto de cosmos a tu obra? ¿Qué vínculos o representaciones crees que existen?
Con el tiempo he llegado a entender que, para mí, pensar en el cosmos es pensar en lo colectivo. Requiere pensar en la interrelación de muchos seres. De repente la manera en que lo pienso no es solo a nivel físico de la tierra, sino como de los espacios imaginarios o abstractos que cada persona tiene. Más que tener la visión fija en dónde estás tú y tu realidad, tener la capacidad o al menos ensayarla, de tener pensamiento distante, de los sueños, de conectar. La palabra cosmos me permite pensar así, en un sistema de ordenamiento, relaciones, de clima, interconexiones, eso implica pensar en colectivo y, al menos en la manera en que trabajo, estar abierta a que nuevos materiales y conversaciones lleguen. Cosmos es colectividad.
En GaiaGuardianxs 2020, ¿de dónde surge tu interés por investigar la relación de las culturas contemporáneas con el concepto de lo natural y de las comunidades con sus luchas por los recursos ambientales? ¿Qué tan difícil es definir y diferenciar lo natural de lo cultural?
Esta ha sido una de las grandes preguntas que me ha acompañado este último año y me ha llevado a entender que toda esta diferenciación es muy occidental, nos separa del ecosistema, del cosmos. Por ejemplo, lo interesante de Las Viudas del Agua (Mujeres MODATIMA), con quienes colaboré para Gaiaguardianxs, es la relación a su territorio y a las demandas por el acceso democrático a las aguas. No es que ellas sientan que el río está seco, sino que las aguas por las que paren a sus hijos, las aguas que conforman a las comunidades, son las que se están secando. Entonces, al final, es esa concepción de que el agua es parte de nuestros cuerpos, de sus partos, de sus comunidades, de los otros animales. No algo “natural” que está fuera de una. Es imposible aplicar esa separación de naturaleza y cultura a estos territorios sudamericanos. Somos tierra en movimiento. Esa separación es muy occidental, ya la tengo súper afuera.
Respecto a GaiaGuardianxs, justo pasó que el 2019 fui a hacer la residencia a Kiosko en Bolivia y llegué a Santa Cruz y se estaba quemando la Chiquitanía boliviana. La ciudad estaba llena de cenizas, toda la gente juntando víveres, y entendí que no podría hacer arte así. Terminé yendo a un refugio de animales afectados por los incendios en Roboré y me tocó recibir a un tucán ciego, una especie de visitante mitológico muy fuerte. Fue brutal ver todos esos incendios, animales muertos, poblaciones desplazadas. Después me tocó el paro cívico por el fraude electoral de Evo Morales; estar en el centro de la ciudad con otros residentes, sin comida ni efectivo, encerrados, casi no pudimos salir de Bolivia. Luego de eso saltar a Chile en medio del estallido social en noviembre, con todas las personas que sufrieron daño ocular o que quedaron ciegas por la represión policial. Después me fui a vivir a Puchuncaví, zona de sacrificio que está en el área de la mega sequía, cerca de La Ligua y Petorca. Siento que navegar por los territorios hace que una aprenda. Toda la información que me llega es en primera persona por habitar y navegar estas realidades, y eso mismo desarma la dicotomía arte/naturaleza tan occidental. Si se está secando el río o se está quemando todo a tu alrededor, entiendes que todo tu ser está siendo afectada. No es la postal del incendio, estás ahí.
Parte activa de tus obras son las problemáticas referidas a la habitabilidad digna y a la escasez y demandas de comunidades. ¿Qué rol tienen estas problemáticas en tus procesos creativos?
En general la ecuación que ha estado acompañándome todos estos años, es la de las relaciones entre especies; entre algún humano y el agua o humano y animal. Más allá de lo humano, lo más que humano, lo multiespecie, ese es mi foco. Los últimos años se ha vuelto más activo y político de alguna forma, porque también me han tocado crisis más fuertes de alguna manera, quizás antes era más abstracto. Parto desde conexiones específicas, me ha tocado por ejemplo estar en Colombia trabajando con caballos de ex narcos y niños cuidadores menos de edad, en Bolivia con el chico guardián del tucán ciego, en Puerto Saavedra entrevistando a don Lorenzo Aillapán mientras canta como ave los cambios del medioambiente producidos por los monocultivos de pino, y muchos más. Las conexiones personales y el habitar todos esos territorios es mi inspiración. Dicen mucho de la situación precaria en que vivimos en el siglo XXI con todo el extractivismo y crisis climática. Todo lo que aprendo es en el territorio y de otras personas, lo que pasa acá es brutal. Horrendo. Y a través del arte y lo creativo, más que desde el activismo puro o el periodismo, intento reflexionar sobre estas relaciones tan desiguales y transformarlas, reordenarlas en las obras, a nivel simbólico por lo menos. En un pequeño acto de resistencia.
En esa línea, la Balada de las sirenas secas tiene relación a la problemática de la sequía en Chile, específicamente en la comuna de Petorca. ¿Cómo fue el proceso de trabajo y colaboración con Las Viudas del Agua?
El 2019 me invitaron a hacer una charla en el GAM con Rodrigo Mundaca de Modatima, En la que hablamos de nuestras experiencias en relación con el extractivismo, él desde el activismo y yo desde el arte. Enganchamos y quedé súper afectada con su relato sobre la situación hídrica y humana en la zona de Petorca y sus alrededores, así que dije que la próxima vez que me llegase un fondo trabajaría con esa problemática. Cuando sucedió, lo contacté y él amablemente me abrió y tejió con redes, tanto a Las Viudas del Agua como a las mujeres de Modatima. Hubo una vinculación ética, fue delicado y bonito armar comunidad desde el respeto y la confianza. Al final, después de colaborar y crear juntas en el video, terminamos creando una relación de amistad. Eso lo da el crear, inventar, pasar tiempo juntas. Me encanta cuando pasa eso en el proceso de hacer los videos.
¿Cuál sería el alcance que podrían tener las intervenciones u obras artísticas en este conflicto que se extiende por gran parte del territorio nacional?
En relación al alcance, me hace pensar que el arte no tiene medida cuantificable. El arte no intenta demostrar algo. Siento que es muy difícil ver el alcance real. Por ejemplo, en este caso y desde la ficción, hicimos este acto futurible que llamaba al pasado y al presente, pero desde un lenguaje muy personal que fue llamar al agua en el lecho del río seco y en los petroglifos de El Pedernal. También me interesaba actuar en esta escala chiquitita, anticapitalista, anti gran-exposición, anti gran-tema. Fue algo íntimo de las personas que participamos, de mover energía en esos lugares caóticos de tanta crisis y retratar a estas defensoras del agua. Yo no sé cómo se puede cuantificar, si sirve o no, pero creo que sí posibilitó el pensarnos más empoderadas. Para las personas que participamos en el video si sirve.
Siento que estábamos activando otras memorias del lugar, mucho más antiguas, inconscientes y culturales. Eso igual va actuando en las personas de alguna manera y yo quería hacer un mito nuevo sobre eso. Si algo puede hacer el arte es abrir espacios de imaginación para inventar o al menos pensar, otras maneras de activar esos lugares, otros futuros y nuevas maneras de vivir en el planeta. Abre espacios. El Arte abre posibilidades.
¿En qué consiste y cómo fue el proceso creativo de Leche Holográfica (Holographic Milk), realizado con Nicole L’Huillier, tomando en consideración las distancias físicas- geográficas? ¿Cómo describirías ese trabajo, su urgencia, contexto y relevancia?
Con Nicole nos conectó la residencia Simetría y ahí empezamos naturalmente una conversación, compartiendo textos y referentes, y terminamos las dos participando en un curso de la Universidad Autónoma Indígena Independiente de Colombia. Luego Nicole me invitó a colaborar con el Banco Iberoamericano del Desarrollo con una obra, lo que fue muy bacán porque ya teníamos la conversación andando y fue un proceso de mucha confianza. Hicimos el video a cuatro manos y a distancia. Las dos estábamos en la misma sintonía, decidimos hacer una súplica meditativa pensando en este paradigma y en cómo podemos pedir esta “nutrición holográfica”, que tiene mucho que ver con el pensamiento de los mayores colombianos con los que estábamos estudiando. La intención era hacer una súplica para que se nos active esta información que tenemos dentro de nuestras tecnologías orgánicas. Para que recordemos. Para activar nuevas herramientas que tenemos guardadas en nuestro ADN. Además, Nicole estaba súper conectada con conversaciones de física cuántica del ser y encontramos este punto en común. De alguna manera supimos que en los dos mundos estaban las mismas preguntas, intentamos juntar eso y fue un proceso de mucha confianza y respeto. Fue bacán trabajar así, porque no siempre pasa. Mucha gente tiene voces muy fuertes que son un poco dominantes, pero fue bonito probar este proceso muy poco jerárquico.
A propósito de Simetría, que hace alusión al vínculo que existe entre las artes, tecnología y sociedad. En tu caso particular, ¿cómo consideras que este vínculo se hace presente en tus obras?
Pienso mucho en esa relación de Simetría como la necesidad desde la ciencia -o desde la máquina del CERN o los grandes observatorios en Chile en este caso- de tener un programa que inviten a artistas a colaborar con ellos. Siento que ellos entienden esta necesidad de complejizar los conocimientos porque no todo puede ser científico, tiene que tener esa parte emocional/espiritual propia del humano y de poder mezclar estas disciplinas porque son parte de la vida. La máquina más grande del mundo tratando de investigar lo más pequeño. Desde mi punto de vista es casi una máquina mitológica. Esta palabra de lo cuántico, que de alguna manera está a la vanguardia de la ciencia, es la base del pensamiento espiritual y vegetal. Siento que hay un espacio común al que podemos acceder desde distintas partes, pero al final estamos todos haciendo las mismas preguntas.
En relación a artes y tecnologías, mi trabajo siempre ha incorporado procesos de cuestionamiento sobre la tecnología, desde los ecosistemas de internet, la digitalización de lo vivo, ahora las tecnologías orgánicas. Siento que todas estas utopías que llevamos a nivel de sociedad y progreso, del cyborg o de transformarnos en un pixel o en un avatar, se desarmaron completamente con la pandemia. Esta fragmentación que hemos tenido con Zoom y todas estas cosas que estamos haciendo online, nos lleva a plantearnos si en verdad queríamos ir para allá ¿Qué tal si aprendemos a usar las tecnologías orgánicas que tenemos dentro, que son increíbles y que no sabemos como usar? Esto de la pandemia ha traído nuevas preguntas en relación a estas conexiones entre arte, tecnología, sociedad. Creo que el mismo ritual de entrar a estas máquinas gigantes para estudiar lo más chico que es cuántico, que también lo tiene lo espiritual, va a ser modificadora. Por lo menos a mí se me han terminado de desarmar todas estas utopías digitales.
En relación a esta experiencia, ¿estás al tanto del proceso de Chloé de la Rue? ¿Existe alguna preparación conjunta para Simetría?
Ha sido muy poquito porque todo se ha atrasado por la pandemia, pero lo que sí hemos identificado es el valor de que las residencias se hagan en conjunto, allá en Suiza y en Chile; por ahora las conversaciones están recién empezando. Solo una vez nos tocó entrar más en resonancia para la charla que hicimos con Mónica Bello de Arts at CERN (la Organización Europea para la Investigación Nuclear) más los dos artistas anteriores (Nicole L’Huillier y Alan Bogana). Fue muy bacán el encontrarnos,y seguirá la conversación cuando podamos viajar y empiece la residencia. Creo que hacerla juntas va a ser muy enriquecedor.
Cuéntanos sobre la metodología de trabajo que piensas desarrollar en la residencia.
Aún solamente tengo puntos de partida. Está todo abierto a las experiencias que se desarrollen durante las residencias, eso es lo mejor de las residencias, las metodologías abiertas. Pero como base, partiré de la investigación de mi abuelo Samuel Claro, quien era musicólogo y tiene una investigación sobre las bases astronómicas de la cueca, la que está basada en los movimientos de los planetas y cómo fue una manera de codificar esos ordenamientos para poder ubicarse y cruzar el desierto. Esta investigación se ampliará para crear una danza/movimientos que re-coreografie los movimientos cuánticos que estudian en el CERN.
Para el video, una mujer cyborg (quien es melliza del internet por haber nacido el mismo año 1983), será guiada por un pájaro – robot, recorriendo espacios ancestrales (petroglifos en Chile), de avanzada cuántica (CERN) y las antenas de observación astronómicas más precisas del mundo (ALMA Observatory) en una rogativa de decodificación y recodificación de cómo entendemos la realidad actualmente ¿A qué astros o máquinas miramos para orientarnos (mirar al oriente para ubicar los puntos cardinales ) en estos tiempos de apocalipsis medioambiental, social y pandémico? ¿Mediante qué rituales nos sostenemos en estos tiempos? ¿A qué tierras digitales hacemos nuestros pagamentos en tiempos donde no se puede ni celebrar ni morir acompañados? ¿Cómo activamos nuevos conocimientos, cómo ampliamos nuestra percepción? ¿A qué tecnologías nos estamos conectando y cuál es el sentido de conectar hoy en día? ¿Y si las tecnologías descubrir están dentro de nuestros propios cuerpos? ¿Cómo recodificar lo existente para especular e imaginar una realidad basada en la tecnologías biológicas y salirnos de las máquinas?
Quiero hacer un video que mezcle esos andares desde el cielo y también desde aquí abajo, aquí adentro. Tiene que ver con lo cuántico desde lo científico, desde esta máquina gigante y también desde lo espiritual; cómo se puede mezclar o especular sobre esos dos tipos de pensamiento que por lo general están separados, pero que encuentro son casi lo mismo. Me gustaría que en el video aparezcan esas temporalidades futuribles y también llevarlas hacia atrás.
La 15 Bienal de Artes Mediales, a realizarse a partir de noviembre de este año, se titula Umbral y busca narrar el proceso de transición planetaria que estamos viviendo, un cambio de paradigma a nivel mundial. ¿Consideras que tus obras son representativas de este cambio de paradigma en relación al uso de distintos elementos y de los tiempos que la habitan?
Estamos en ese umbral. La Leche Holográfica (Holographic Milk) es una rogativa para pedir información de cómo vamos a pasarlo, sobre cómo resetearnos y sobre cómo activar estas informaciones que tenemos dentro, para poder seguir desde este pensamiento más colectivo. Eso es súper importante. Este cambio de paradigma es en varios niveles: la revuelta social, el cambio de constitución, estamos cambiando por dentro y por fuera a nivel nacional, planetario, biológico. Creo que el arte es una manera de avanzar o intentar pensar, es la nave que nos lleva para poder seguir. Y la capacidad de imaginar, necesitamos realmente imaginar futuros posibles y no como ciencia ficción, sino cómo vamos a vivir después de todo este umbral que estamos pasando, después de la pandemia y del estallido social. Están interesantes las prácticas creativas en estos tiempos. Mis trabajos reinvierten las posiciones de poder. Y creo que eso necesitamos para pasar este umbral.
¿Cuál piensas es el rol del arte en el mundo, y cómo debería transformarse este rol en un mundo post pandemia?
Por un lado creo que el rol del arte no ha cambiado, pero lo que sí pienso que ha cambiado la pandemia es el contexto. Por ejemplo, ha fomentado la circulación mucho más libre de imágenes y del pensamiento a través de internet, ya no está mediado por espacios cerrados. Con la pandemia se ha vuelto mucho más democrático. Se ha compartido de una manera mucho más generosa, se han armado comunidades fuera de geografía. He estado participando de eso todo el rato este año y ha sido súper inspirador. El rol del arte lo veo de una forma muy personal. Desde el comprender el mundo y armar lenguajes autodiseñados que de alguna manera permitan estas comprensiones propias de lo que está pasando. Uno se va armando el lenguaje, no es el hegemónico, y si cada persona se lo pudiese ir armando se da una manera mucho más abierta de pensar y de habitar lenguajes personales. Eso es muy político, anticapitalista, anti lineal y anti cuantificable, fuera del mercado. Creo que el lenguaje que nos da el sistema es pobre de visión, miserable. Todo tiene que ver con producir o sobrevivir, pero el arte contempla, es múltiple y es sobre lo vivo. Para mí el rol del arte de abrir esos espacios es fundamental y no creo que haya cambiado tanto con la pandemia, pero sí ha cambiado el contexto de circulación y accesibilidad. Siento que, si bien el lenguaje artístico no ha cambiado, sí ha cambiado esta conciencia más planetaria. Como esto nos ha pasado a todas, se ha dado paso a lo más colectivo. Entre la pandemia, el estallido social, el pensar en colectivo es algo más real. Pero el rol del arte, del imaginar, siento que es el mismo.