Felipe Cesar Londoño: “Poniendo en diálogo nuestro saber local con softwares y tecnologías, se abren caminos hacia nuevas interrogantes para crear de otra manera”

  • El director del Festival Internacional de la Imagen es uno de los cuatro jurados que este año se encargaran de elegir las obras ganadoras de la 15 edición del Concurso Internacional Juan Downey. En esta entrevista, repasa la historia del evento que se realiza en Colombia hace más de dos décadas y nos cuenta su visión respecto a nuevas tendencias de pensar el arte contemporáneo con dispositivos tecnológicos.

Desde 1997, Felipe Cesar Londoño es director del Festival Internacional de la Imagen que se realiza en la ciudad de Manizales, Colombia, un evento que nació desde una institución académica universitaria, específicamente de un departamento de Diseño Visual, y que cada año celebra la creación digital y las artes electrónicas, cruzando el arte, la ciencia, la tecnología y la sociedad. En paralelo, Londoño es Decano de la Facultad de Artes y Diseño de la Universidad Jorge Tadeo Lozano y, en el marco de la 15 Bienal de Artes Mediales de Santiago -organizada por la CChV-, es uno de los cuatro jurados invitados a elegir los videos ganadores del Concurso Internacional Juan Downey. 

En los últimos dos años, el director del festival colombiano, junto al equipo que lo acompaña, ha tenido que organizar y reinventar el evento de manera virtual. Despedirse de los espacios presenciales ha sido difícil, sin embargo, para Londoño no todo es negativo, ya que la virtualidad ha permitido expandir las fronteras temporales y territoriales del festival, logrando nuevos lenguajes y oportunidades. 

En esta entrevista realizada a través de zoom, Felipe Londoño reflexiona sobre la línea temática que les ha guiado durante más de dos décadas de realización. Además, nos interpela con su visión de cómo los dispositivos tecnológicos pueden alumbrar, con otra luz, la creación contemporánea.

Ya van más de dos décadas en que diriges el Festival Internacional de la Imagen. Cuéntanos, ¿qué aportes y cambios has visto en relación a la cultura y medios electrónicos? ¿Cómo el festival ha influenciado en este panorama?
El Festival es un espacio que creamos hace 24 años en la Universidad de Caldas en Manizales, Colombia, como un escenario de reflexión frente a lo que significaba la imagen y sus procesos de integración. Es muy curioso, porque es un festival que surge desde un departamento de diseño visual, que piensa el diseño desde otras perspectivas expandidas, de lo que significa la imagen en ámbitos que tienen que ver con la percepción, la visión, lo comunicativo, el arte, la tecnología, la ciencia, el espacio y el movimiento. 

El Festival se inspira en otros festivales latinoamericanos. Yo fui invitado al Festival de Artes Electrónicas en Buenos Aires, dirigido por Carlos Tilnick, que ya no está con nosotros. Este Festival nos inspira a proponer un evento similar en Colombia. Aquí venía desarrollándose un Festival francolatinoamericano de video, sin embargo, había dejado de funcionar por esa misma época, entonces se hizo con el ánimo de armar un espacio de encuentro en torno a la creación con imágenes (la fotografía y el video), que todavía era muy básica, pero ya se estaba dando. Tuvimos a Carlos Tilnick, a Diego Espósito, teóricos tan importantes como Ramón Esparza (España) o Marco Poma (Italia).

Nunca fue pensado como un espacio exclusivamente para los artistas de las artes electrónicas, si no que más como un escenario de diálogo para personas que estuvieran trabajando temas que tenían que ver con diseño, comunicación, arte. Mucho de las primeras propuestas (que observamos al comienzo del festival) nos abrieron un camino muy interesante que después fue fluyendo hacia temas que tenían que ver con bioarte, biocreación, inteligencia artificial (enfocada en algoritmos genéticos como lo que hacía Karl Simms), con la creación tecnológica y performativa a través de algoritmos que posibilitan una generación de nuevas expresiones sin tener en cuenta la intervención humana. Eso nos abrió una serie de líneas temáticas en el festival que llegan hasta hoy. 

Todo el pensamiento de una imagen que se expande, una exploración y una reflexión frente a lo que hoy significan las tecnologías para la imagen, digamos que ha estado presente en todo el festival, pero sobre todo relacionándo con la cultura. El Festival ha impulsado una reflexión profunda frente a temas complejos como los conflictos en Colombia, como la desmovilización o las migraciones internas. Siempre hemos invitado a abrir la exploración de diálogos, no solo con artistas, sino que con los científicos sociales, con los ingenieros, con programadores; para motivar que de esas expresiones audiovisuales se propongan soluciones alternativas a estas situaciones de crisis. 

La temática de la edición de 2019 fue Humanismo digital, ¿podrías contarnos en qué consiste? ¿Está relacionado con cómo los nuevos medios y lenguajes tecnológicos han impactado los procesos creativos en general?
Básicamente, queríamos hacer alusión a los procesos de interacción del ser humano con las tecnologías digitales, indagando frente a procesos de participación ciudadana, de diálogos con los territorios, de creación artística contemporánea (performatividad algorítmica). Temas que tenían que ver con trabajo con las comunidades, temas de democracia digital (que en su momento lo llamábamos como la ciber corporalidad). Digamos que eran diferentes tópicos que implican esas relaciones permanentes, que se vienen dando hace mucho tiempo, en los temas de las tecnologías con el cuerpo humano y cómo las estamos incorporando. 

En Colombia se ha venido trabajando este tópico de una manera muy profunda, específicamente lo que vienen haciendo Juan Cortés y el Colectivo Atractor, que han trabajado temas de indagación, exploración, de relación del ser humano con el cosmos, imaginando y recreando a partir de visiones de lo ancestral, uniéndolo con lo contemporáneo y la ciencia. Tópicos que nos abrían un camino interesante de indagación en esas nuevas perspectivas que hoy se observan como fundamentales, porque están transformando nuestra relación con el mundo. Quizás no de manera determinante, pero sí están presentes en todo.

Tenía que ver también con la relación entre tecnología, ser humano y naturaleza que explora Bárbara Santos, por ejemplo. Esto no es un tema de tecnologías contemporáneas, no es un tema de procesos de digitalización que se dan a partir de nuevos medios, estamos hablando de que la pregunta por el origen de la tecnología está dada por ese indagar en torno a los misterios del mundo, a partir del saber ancestral. Una exploración como esta, que trabaja con los indígenas de las tribus amazónicas, es muy significativa y nos invita a pensar esta relación nuestra (del ser humano) con la naturaleza y el cosmos. Humanismo digital buscaba abrir esa relación, no mirándolo únicamente en perspectiva de los nuevos medios, si no que indagando profundamente lo que ha significado la tecnología para el conocimiento, incluso desde lo ancestral. 

Anualmente tienen que pensar y definir una nueva temática para la realización del festival. ¿Hay alguna conexión o mapa que les guíe? 
Desde el inicio hasta hoy, todo el eje temático busca la interrelación entre diseño, arte, ciencia, tecnología y sociedad. Digamos que esa ha sido la línea, que ha variado de acuerdo con el momento histórico. Hay un reto para pensar cada año la temática del festival, pero va muy vinculado con esta necesidad de pensarnos como seres humanos en una interacción permanente con comunidades. El último año la temática fue INTER/ESPECIES, buscando indagar en esto que olvidamos tanto, eliminando la supremacía del ser humano, cómo entendemos nuestro acercamiento a la naturaleza, inspirados en pensamientos como los de Stefano Mancuso o de Donna Haraway, intentamos eliminar el antropoceno – la figura central del ser humano como eje-, para pensar en las otras especies como sujetos que están interactuando en este mundo que nos permite vivir, pero que el ser humano en su arrogancia patriarcal ha venido rompiendo tanto.

Lo que hemos buscado, es siempre generar y pensar espacios de reflexión-cuestionamiento en torno a estas temáticas. El escenario del festival es ideal para esto, ya que detrás de él hay una red latinoamericana y global. Por ejemplo, desde 2005 ya teníamos una conexión muy fuerte con Chile, con Nestor Olhagaray, Margarita Schultz, desarrollando en paralelo a los eventos del festival, programas de formación. El festival se articula como un evento anual pero está vinculado a una institución académica, en un comienzo a la Universidad de Caldas y ahora también a la Universidad Jorge Tadeo Lozano, tejiendo toda una red de discusión junto a la Universidad de Chile, en su momento, la Universidad Nacional de Córdoba en Argentina y otras de la región. Eso es lo que posibilita su sostenibilidad hoy. 

¿Cómo desarrollaron el XX Festival de la Imagen, INTER/ESPECIES? ¿Fue un festival virtual o lograron armar espacios presenciales?
Tuvimos que hacerlo totalmente virtual. Colombia ahora, más que en los últimos meses, ha estado golpeada por movimientos sociales críticos, también por el tema de la pandemia. Hemos tenido restricción cero para movilidades, reuniones en espacios físicos; quisimos tener unos espacios híbridos, pero no lo logramos, así que lo hicimos todo virtual (tanto el año 2020 como el 2021). Esto significó, primero, indagar qué plataformas posibilitan mejor la interacción virtual. Desde su inicio en 1997, el festival se pensó en perspectiva de entender esos otros mundos que se construían a partir de las tecnologías y, digamos que desde el 2020, aplica de forma directa esos enunciados, de cómo imaginamos la interacción en perspectivas de lo virtual. 

Eso para nosotros significó todo un proceso de investigación, no es únicamente proyectar en pantalla las videocreaciones o simplemente interactuar a través de conferencias en plataformas como Zoom, sino que intentamos trascender creando espacios realmente colaborativos, donde la gente pueda literalmente encontrarse, hablar y conversar. Sabemos que no es lo mismo que juntarse de manera presencial, pero si nos posibilita un espacio expandido. 

Por ejemplo, el Festival normalmente se hace en una determinada fecha, con el festival virtual tenemos las plataformas abiertas para que la gente hoy, casi dos mes después de finalizar, pueda continuar viendo las exposiciones que antes se desmontaban en los espacios físicos. Las conferencias también se pueden escuchar post festival. En general tenemos más de 200 actividades, por lo que muchas se superponen, yo nunca puedo ver todo el festival; lo que estamos haciendo es descomprimir el evento -que se congregaba presencialmente en una semana- y que se pueda ver en otros meses del año. Se crea un repositorio digital, un archivo vivo, que posibilita trabajar sobre él. 

Después de dos décadas, ¿cómo ves la relación entre la propuesta del festival y el público-ciudadanía?
Creo que tiene varios matices y posibilidades de respuesta. Una, en términos de formación de público -una palabra que a mi no me gusta mucho utilizar-, es que el festival, como está inserto en el ámbito académico, impacta los procesos académicos que se llevan a cabo al interior de las universidades. Por ejemplo, el festival originó la Maestría en Diseño y Creación Interactiva, y un Doctorado en Diseño y Creación. Tanto la maestría como el doctorado fueron los primeros en Colombia, hoy hay otros. De alguna manera el festival motivó que esto se pudiera llevar a cabo, lo que es muy importante, porque no solo interesa a artistas o diseñadores, hemos tenido médicos, ingenieros y sociólogos en nuestros programas, interesados en explorar la imagen, la tecnología y lo que eso posibilita en sus disciplinas profesionales. El festival ha abierto el camino a procesos de formación.

Por otro lado, el festival también ha sido pionero en ámbitos de presentación anual en otras maneras de entender la imagen, por ejemplo, en lo sonoro; los paisajes sonoros o las músicas electroacústicas. La experimentación con el sonido y la imagen también ha sido una constante, posibilitando que esa interacción con los públicos, que al principio veía estas dinámicas experimentales y artísticas muy lejanas, hoy son más naturales. El festival siempre ha buscado ir por las fronteras, mirar más allá y apostarle a los riesgos con experimentación, sin pensar que esto podría o no gustarle a las personas. Desde el principio mucha gente se pregunta ¿esto qué tiene que ver con el diseño? A nosotros nos gusta decir que precisamente no tiene nada que ver, y eso es lo que nos interesa, porque nos llama a pensar en perspectiva de cómo inspirar a las personas a pensar diferente desde las tecnologías, las artes y el diseño. 

El otro eje es que cada vez ha sido más claro que el tema de la tecnología, con dinámicas de arte y diseño, involucra un proceso de apropiación social, de conocimiento. Digamos que el festival se pone al servicio de explicar fenómenos complejos -como Inteligencia Artificial- y de presentarlos a la audiencia de una manera clara. Eso ha ayudado muchísimo a que el festival se expanda al público. Que no sea un festival exclusivo de diálogo entre artistas que se reúnen para mostrarse lo que han venido trabajando, que sí es importante, pero este festival, al ser un escenario académico, también cumple esta tercera función que es servir de escenario para la apropiación social de temas complejos, que tienen que ver con ciencia y/o arte. 

Considerando que ahora han realizado dos festivales de manera virtual, esto propone un nuevo alcance de públicos, ¿es una oportunidad la virtualidad?
Absolutamente, el festival virtual abre la posibilidad de tener nuevas audiencias. Pienso que vamos a llegar a una modalidad híbrida, pero hoy lo virtual nos posibilita tener público en nuestras salas de exposición las 24 horas del día. Esto era algo imposible de pensar sin virtualidad, no es un tema hipotético, es que ya lo vivimos. Claro que sacrifica otras grandes cosas, yo no estoy haciendo una apología a la virtualidad, pero sin duda alguna nos abre una posibilidad y la estamos aprovechando. Pero queremos que la gente venga a Manizales, es un lugar bellísimo con una cultura súper enriquecedora. Digamos que eso nunca lo vamos a tener en lo virtual y queremos recuperarlo. Entendemos que la virtualidad nos permite otros diálogos y otras audiencias. 

El Concurso Internacional Juan Downey cumple 15 años, ¿cómo has visto la evolución del certamen y de las obras ganadoras? 
Te comentaba que en Santiago estuve con Néstor (fundador de la CChV) y Margarita Schultz, hace ya mucho tiempo. También conversé con Pascual Emmanuel Gallet, también estuvo aquí (Colombia). Como ya lo decía al inicio, en general el evento ha sido inspirador para los procesos que hemos llevado a cabo aquí en Colombia. Desde las primeras convocatorias que hacía Gallet con respecto de sus videodiarios (si se pueden llamar así) y, posteriormente, el Concurso Internacional Juan Downey que nos ha servido de línea para organizar otras convocatorias. 

Tengo que mencionar, por supuesto, que algunos de los ganadores han participado aquí en el Festival Internacional de la Imagen. Andrés Denegri, por ejemplo, también tuvo su obra Uyuni (ganador del octavo Concurso Juan Downey). El año pasado, me pareció muy especial el reconocimiento a ECOS, el colectivo colombiano, que indaga entre esa relación de la naturaleza, la ciencia, el sonido, la tecnología, la imagen. En síntesis, creo que es un ejercicio muy beneficioso, haciéndole honor a Juan Downey que es este gran pionero latinoamericano que, sin duda, alguna es necesario que se conozca más. Pienso que es importante que nuestros países incorporen más el legado que él nos deja como creador. Su forma de entender el video me recuerda mucho esta frase que nos inspiró para la creación del primer festival, que decía Dziga Vértov: “Yo soy la máquina que te muestra el mundo tal como únicamente yo lo veo”. Me parece estar escuchándolo de un personaje como Juan Downey. 

¿Cómo ves el aporte y valor de la realización de concursos de carácter nacional e internacional en torno al video? 
Creo que el tema de la creación con tecnologías aún no deja de ser muy expandido, me parece que aún hoy es necesario continuar con estos esfuerzos que se hacen desde la Corporación Chilena de Video o de otras convocatorias, como lo hacen Gabriela Golder y Andrés Denegri en Argentina o Solange Farkas en Videobrasil. Creo que estos escenarios son importantes porque motivan las dinámicas y las apuestas por una creación que realmente se integre y sea reflejo de lo que hoy se está viviendo en latinoamérica. Estos eventos están invitando y motivando a que generaciones anteriores y nuevas estén pensando en perspectiva del video en un sentido expandido. En particular, me interesa cómo estos concursos abren camino a nuevas discusiones, invitando a pensar a través de lo que ofrecen los soportes tecnológicos para contar historias. Es una apuesta para que los procesos de creación se muevan en los diferentes países. 

Dos categorías del concurso son de convocatoria internacional, ¿es posible hablar de distintas corrientes en el campo del videoarte? ¿Como países y exponentes vecinos, las temáticas y/o técnicas convergen en puntos similares o existen diferencias notorias?
El campo que me llama más la atención frente a los temas de interés es mirarnos en las perspectivas locales. En línea con lo que mencionaba de Vértov: cómo podemos narrar y contar nuestras historias con los dispositivos que tenemos a mano, cómo nos narramos a nosotros mismos. Pienso que es un tema absolutamente necesario y es ahí donde le damos un valor muy específico, no a esas visiones hegemónicas de cómo contar las historias, sino que en perspectiva de lo local, de los discursos de Arturo Escobar (por ejemplo), teóricos que desde el sur nos invitan a que repensemos y construyamos mundos en otras perspectivas. 

En ese sentido pienso que esas expresiones, si podemos hablar de tendencias, tienen que ser enfocadas en ello. Obviamente teniendo en cuenta estos dispositivos o lenguajes que nos posibilitan el desarrollar otros procesos, por ejemplo, la Inteligencia Artificial (AI); las estructuras hiper mediáticas, los performance algorítmicos. No podemos negar que esas son estructuras que están allí. El tema de la AI, de la que hoy se habla tanto, se ha venido trabajando desde hace décadas. Cuando hablamos de máquinas, de performativas de algoritmos, pues estamos hablando de procesos de AI. 

Creo que hay que poner en diálogo o en tensión estos dos puntos, y estar abiertos a esas preguntas estéticas, como lo mencionaba hace muy poco Lucia Santaella, una teórica brasileña que dice que la creatividad es inmanente al ser humano. Pero la AI llega a plantearnos nuevas preguntas. Ella menciona tres campos: uno, que es posible entender que la AI produce nuevas combinaciones a partir de producciones ya existentes; dos, explora la posibilidad de creación de nuevos espacios conceptuales; y tres, haciendo transformaciones que permitan la generación de formas, imágenes e ideas que de otra forma serían imposibles. 

Santaella, en estas tres lógicas, plantea cómo se está pensando hoy la AI en perspectiva del arte. Lo que hoy implica la AI me parece que es un camino interesante, que se abre frente a esas nuevas tendencias de pensar el arte contemporáneo o la creación contemporánea con dispositivos tecnológicos. Poniendo en diálogo nuestro saber local, nuestra identidad, nuestra conexión con el territorio, la naturaleza, con lenguajes, software, tecnología y dispositivos, se nos abren caminos hacia nuevas interrogantes para crear de otra manera.

Este año se abrió la categoría Video ensayos del territorio, solo para creadores chilenos. ¿Qué opinas de esta nueva categoría? ¿Qué video ensayos se te vienen a la cabeza? 
Indagando sobre el tema del video ensayo me parece una categoría muy interesante. Cuando uno piensa en él, se vienen a la mente los clásicos en el cine ligado a temas de antropología (que fue tan importante décadas atrás) o al cine francés, Chris Marker, por ejemplo. 

En una perspectiva más cercana el video siempre ha estado muy ligado a esas tendencias; el contar en video cómo vemos el mundo, cómo podemos narrar nuestra visión del mundo a través de dispositivos. Tenemos a artistas tan importantes como Clemencia Echeverri (Colombia), que cuenta las historias de la violencia en la Guajira, en las minas de oro que han sido explotadas por siglos o historias de violencia intrafamiliar. La violencia interna de nuestras culturas o nuestras familias. Para mi esos son videos que nos cuentan. Pienso también en Carmén Gil o en Andrés Burbano, realizadores colombianos que trabajan video, que nos están contando historias de nuestro país, del territorio. 

Cuándo me haces esta pregunta lo veo en esta línea: cómo utilizo el dispositivo para narrar desde otra perspectiva. Me parece que es una oportunidad maravillosa porque es un espejo de una realidad que normalmente como personas o ciudadanos no la estamos observando. Aquí se está invitando a contar, extrapolando el concepto del ensayo literario al ensayo con imágenes, entendiendo el territorio bajo una visión que solo es posible verla cuando el artista, desde su sensibilidad, muestra las vivencias o problemáticas de un territorio. Verlo desde ahí para mi es excepcional, porque nos muestra otra manera de entender esto que ha tenido lecturas diversas dadas por otros especialistas.