Entrevista a Javier González Pesce: “Siempre he concebido la escultura como algo que tiene el potencial de despertar”

  • El ganador de la categoría Videoarte y animación digital del 14 Concurso Internacional Juan Downey, nos cuenta sobre la creación de su obra Rostro Humano (2019) y su visión sobre la escultura y el movimiento.

Ad portas de que la 15 edición del Concurso Internacional Juan Downey cierre su convocatoria el próximo 30 de junio, el ganador de la categoría Videoarte y animación digital de la edición 2019, Javier González Pesce, comparte su experiencia durante la creación de Rostro Humano, obra que propone una metáfora visual sobre la comunicación entre lo natural y lo humano, donde una serie de réplicas a gran escala de partes del rostro (dos ojos, una nariz y una boca) flotan sobre la superficie de un lago y se mueven debido a las corrientes y vientos.

​”​La acción que se aprecia en el video nos habla de la imposibilidad del humano de dominar las fuerzas de la naturaleza: la corriente del agua desfigura constantemente el rostro que flota sobre el río, pese al constante intento inútil del artista por configurarlo”, argumentó ​el jurado sobre la obra que fue seleccionada por problematizar, desde el lenguaje audiovisual, temas pictóricos, escultóricos y performáticos, así como también por el adecuado uso del drone, su estética particular y carácter lúdico.

¿Cómo nace Rostro Humano?
Este proyecto tiene que ver con una investigación que he estado realizando en torno a la escultura y el movimiento. Cursando mi Master tuve una pequeña crisis porque mi trabajo era percibido como performático, sin embargo, a mi me parecía que toda mi reflexión provenía de la escultura, una especie de escultura con una capacidad performativa o un pensamiento escultórico con vocación de situación. Con estos asuntos en mente, estaba un día caminando en un bosque y me vi ante una gran roca que se me hizo un ente eminentemente escultórico; tenía una imponente presencia material, su superficie era rugosa, muy drástica en su relación con el entorno, era pesada, rotunda, proponía una discontinuidad en el espacio, un hito. Estaba además inmóvil. Pero esta inamovilidad provenía de una relación de atracción, es como si toda la energía de este silencioso y pesado ente estuviese concentrada y dedicada a la fuerza de gravedad. En este sentido, la piedra está activa y no en reposo, y es de alguna manera performática. Ahí pensé que a kilómetros por sobre mi cabeza, fuera del planeta Tierra hay otras piedras parecidas que vuelan y se desplazan por el espacio (asteroides les llamamos), se mueven atraídas por fuerzas similares, entonces la concepción de la escultura como algo estático es también un pensamiento súper terrestre. Pensé que me encantaría aproximarme a realizar mi trabajo y reflexión escultórica en condiciones donde tenga menos control, donde lo construido se vea afectado de manera clara por energías ambientales, como pasa con el espacio. Rostro Humano fue un primer ensayo de esta idea, trabajar en un contexto que no podía controlar.

¿Por qué decides realizar este trabajo en un ambiente acuático?
Tenía que ver con probar ciertas cosas relacionadas con la gravedad y la escultura en un medio que no se comporta como a los que estamos habituados, donde se practica convencionalmente la escultura. Practicar la escultura en un espacio donde la energía sea un poco más relevante. Probar esta interacción entre piezas y las energías que se manifiestan de manera más clara. Quería generar una escultura que se afectara o variara en la relación con el espacio en el que estaba instalada. De alguna manera, el lago me permitió aproximarme a unas condiciones espaciales inciertas, influyentes, dialogantes, un poco como si estuviese en el espacio.

¿Qué deseabas abordar?
Me interesaba mucho poder pensar la relación del hombre con la naturaleza. Me parece que la escultura en sí (los ojos, nariz y boca que flotan) es una especie de mensaje, un código que representa un rostro humano (o la identidad humana en la más ambiciosa de mis pretensiones). Luego tenemos dos voluntades como fuerzas: por una parte, la voluntad de las fuerzas naturales, que con gentileza pero de manera insistente, nos proponen remirarnos, considerar nuevas perspectivas; por otra parte está la voluntad humana que quiere conservar, volver a los órdenes conocidos. De alguna manera. los movimientos de la naturaleza terminan por extenuar al cuerpo que de forma tozuda intenta mantener las cosas en su lugar. Creo que intento plantear que hoy la voluntad de control y la actitud de superioridad humana ante los medios naturales y otras formas de existencia, debiese cederles espacio, abrirse a convivir y dialogar. De algún modo, la humanidad controladora, explotadora y prepotente, generó un estado de crisis ecológica, nos volvimos hostiles para lo que nos rodea, es tiempo de que esta actitud violenta y prepotente de los humanos hacia nuestro entorno se diluya y demos paso a una capacidad de dialogar, de ser fraternos con las otras maneras de existencia que, por lo demás, han demostrado ser más generosas y sustentables.

¿Cómo fue el proceso de construcción?
Definí que la situación tenía que ser filmada con una toma cenital, que debía que tener la perspectiva del rostro flotante. Luego me imaginé la situación. En mi mente suelo imaginar las cosas que haré. Imagino un modelo de la realidad como un campo de prueba mental.

Con toda la ingenuidad del mundo pensé que iba a armar la cara sobre la superficie del lago y ésta se movería con mucha lentitud, pero no fue así, tuve que meterme al agua. Filmé este video dos veces, en el segundo momento ya iba consciente de lo que pasaría, pero de igual modo me gustó mucho la primera instancia, cuando entré al agua con angustia real. Me metí no tratando de hacer una performance, sino que tratando de controlar la situación y de que la realidad se pareciera a lo que tenía en mente. En definitiva, me metí al agua para controlar.

Para mí fue un error exitoso, en algún momento pensé que en la edición iba a restar la presencia de mi cuerpo en la interacción con estas piezas, pero al final fue una de las cosas más importantes dentro del trabajo. En ese sentido, la situación misma de la filmación del video, cómo se dio y lo que se dio de manera azarosa terminó siendo súper importante.

¿Qué es lo que más te gustó de Rostro Humano?
Lo que más me gustó (de la experiencia) es lo sorprendente que pueden llegar a ser las cosas. Darme cuenta del poco control que tengo incluso de mis propias ideas. Algo que me asombró fue ver cómo la situación o el trabajo reaccionó en el lugar, y cómo fue que el agua se volvió no sólo un medio, sino que una forma de interacción, una voluntad distinta de la mía. Se volvió una energía relevante para la comprensión del trabajo. Es esto, además, lo que busco cuando hago un trabajo, que esta sea una instancia de diálogo e interacción con cosas, una situación, un momento de relación entre mis ideas, las cosas que construye, el ambiente en el que nos encontramos, mi propio cuerpo, mis percepciones y mis ideas.

Este año, el Concurso Juan Downey cumple 15 ediciones, ¿cómo has visto la evolución del certamen y las obras ganadoras?
Me gustan los videos que han ganado, o sea, no soy así como un conocedor profundo, pero recuerdo algún trabajo de Mario Z. Sé que Nicolás Grum y Bárbara Oettinger han ganado este premio el último tiempo también. Qué te podría decir. Son personas que yo encuentro muy bacanes y la Bienal, como plataforma e instancia, ha cobrado relevancia y eso hace que todos los años más gente postule y que la cosa se ponga tal vez un poco más competitiva. Independiente de esto, yo creo que la Bienal siempre ha tenido un bonito impacto. Me gusta ser parte de ese grupo de personas que están vinculados de alguna manera a la Bienal, creo que es una instancia que el medio local percibe con respeto y afecto. Se agradece toda la actividad que genera.

Actualmente, ¿estás trabajando en alguna pieza?
Estoy trabajando en una exposición que está en stand by, es una especie de acción que estoy haciendo en colaboración con la galería Departamento 21. Tiene un poco del mismo principio que Rostro Humano, pero en el aire. Voy a liberar unas esculturas pequeñas, que están vinculadas al cuerpo. Se las van a llevar unas palomas mensajeras.

Creo que las piezas que hago tienen un momento en el que están en reposo, y otro en que están activas. Hay un tiempo en que están como hibernando y luego se viene el instante (siempre performático) en el que se activan. En este caso está muy presente esto: hay dos momentos importantes en la latencia de la pieza (en reposo y en actividad) a diferencia del video Rostro Humano.

Siempre he concebido la escultura como una cosa que tiene el potencial de despertar en algún momento, hacer algo y ponerse en movimiento. Más bien, toda presencia física tiene una fuerza una vitalidad que a ratos se manifiesta silenciosa, pero que siempre podría despertar. Ambas piezas son parte de una misma investigación.

Sobre Javier González Pesce (Santiago, Chile, 1984)
Artista visual egresado de la Universidad ARCIS, Master en Arte en el espacio público por ÉDHÉA en Suiza. Se ha desempeñado como artista visual, pero también ha realizado labores como curador, y desde 2011 co-dirige el espacio Local Arte Contemporáneo en Santiago. Ha expuesto de manera individual en The Darling Foundry (Canadá, 2019), Points Center for Contemporary Art (China, 2019), Galería Gabriela Mistral (Chile, 2017), Espacio Crenau del Museo de Arte de Sion (Suiza 2017), el Museo de Artes Visuales (Chile 2014), entre otros. También ha participado en numerosas exposiciones colectivas en Chile y el extranjero.

Si quieres participar en la versión 15 del Concurso Internacional Juan Downey, te recomendamos descargar las bases e informarte aquí.